Dos fotógrafos de naturaleza ante una pared rocosa de color rojizo. La silueta de un árbol delante de la pared. La luz es difusa y el árbol no destaca demasiado. Uno de los fotógrafos saca la cámara de la mochila, prepara el trípode y le pregunta al otro “¿es que no vas a hacer la foto?”. Es segundo responde: “no veo bastante contraste, no me gusta la escena”. El primero replica: “pero eso luego lo haces en Photoshop”.
El diálogo anterior ilustra un debate habitual entre fotógrafos: para unos el retoque digital del color forma parte del proceso creativo y es sólo un instrumento más junto con el encuadre, la elección del objetivo o la profundidad de campo. Otros prefieren buscar el color y el contraste en la naturaleza y captarlo en sus cámaras.
En mi opinión los dos planteamientos son totalmente válidos, y no podemos considerar tramposos a los unos ni puristas a los otros. Personalmente me cuento en el segundo grupo: me parece más interesante buscar la combinación del mejor momento y el mejor lugar. El inconveniente es que uno acaba haciendo muchas menos fotos. La ventaja es que cuando encuentras uno de esos momentos no sólo puedes hacer una buena foto, puedes contemplar una escena memorable.
En éste artículo quiero mostrar algunos ejemplos de fotos que pueden parecer retocadas, pero que muestran el color original de la forma más fiel posible.
El rojo de las rocas de Utah
Utah es el paraíso del fotógrafo de naturaleza. Es sólo un desierto, pero qué desierto. Algunas rocas parece que están iluminadas por dentro, y el paisaje va del gris al rojo pasando por todos los tonos intermedios. El nombre de este lugar lo dice todo: Kodachrome Basin State Park.
El turquesa del lago Pukaki, Nueva Zelanda
El color de algunos lagos es realmente raro. El agua del lago Pukaki es de un turquesa pálido debido a unas finísimas partículas de roca que me permito traducir como “harina glaciar”. Si a eso añadimos una cordillera nevada con el sugerente nombre de los Alpes del Sur…
El amarillo de las colinas en la isla de Skye, Escocia
Las islas escocesas tienen una luz muy particular. La influencia del Atlántico crea un tiempo muy variable con vientos, lluvias intermitentes y un arco iris de cuando en cuando. Los atardeceres suelen ser grises, pero cuando el sol aparece, la luz es espectacular.
El índigo de Crater Lake, Oregon, EE.UU.
El color azul intenso del lago se debe a su pureza y a su gran profundidad. No es uno de los parques nacionales más conocidos, pero el paisaje en un día de invierno con las laderas nevadas, el cielo despejado y el lago con su isla está a la altura de Yosemite o el Gran Cañón.
Texto y fotografías de Jesús Rodríguez