Las desventuras de un fotógrafo. El oso y la motocicleta

«No subestimes a un animal que puede aprender a conducir una motocicleta». Con esta genial frase y una foto de un oso de circo pilotando una moto con su casco y todo, se advierte a los senderistas de que está prohibido dejar comida en los coches: hay que depositarla en unos cofres metálicos con cierre de seguridad que hay junto al aparcamiento mientras dure la excursión. Estamos en el inicio de un sendero que sube a la cima del monte Whitney, en la Sierra Nevada de California.

Las desventuras de un fotógrafo. El oso y la motocicleta

Este tipo de cofres son habituales en los parques nacionales de Norteamérica donde hay poblaciones de osos, en aparcamientos y cámpings. Además de una multa te puedes encontrar con que el animalito te ha destrozado la puerta del coche para llegar hasta la cesta de los emparedados, o a media noche oírlo merodeando junto a tu tienda de campaña al olor de los copos de maíz del desayuno.

Durante un viaje al valle de Yosemite tuve ocasión de comprobar cuánta razón tenía el cartel del oso motorista. Conseguí una plaza en uno de los cámpings dentro del parque, que habitualmente están llenos y que atraen por igual a amantes de la naturaleza y a la fauna local. El cofre para la comida de mi plaza tenía un cierre tremendamente ruidoso, un chirrido infernal cada vez que abría o cerraba. Una noche, después de hacer algunas fotos nocturnas llegué a mi tienda sobre las 12, saqué la comida del cofre para cenar algo y la volví a poner dentro. Cerré el cofre pero sin el cerrojo para no despertar a medio campamento y me fui a los lavabos. Cuando volví a la tienda al poco rato, con mi luz frontal -tan ridícula como práctica- en la oscuridad, al llegar oí un rugido igualito al del león de la Metro. Ahí estaba el oso con toda la comida esparcida por el suelo. Retrocedí tranquilamente, porque no es buena idea echar a correr delante de un oso, y fui a despertar al encargado del camping, que llamó a los rangers (guardabosques). Mientras tanto el oso seguía a lo suyo, no dejó nada y le gustaba todo: leche, zumos, cereales, galletas, fruta, latas y frascos de conservas. Esos bichos comen de todo y abren cualquier recipiente como si fuera de papel. Al llegar los rangers en su coche, el animal, que había estado muy tranquilo todo el rato, salió corriendo y se perdió en la oscuridad, llevándose en la boca una caja de cereales. Está claro que no era su primer golpe.

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