Hasta el 28 de enero de 2024 en la Sala KBr de Barcelona de La Fundación Mapfre.
Por Koldo Badillo. VisionNatural.com
La Fundación Mapfre nos vuelve a regalar una exposición de uno de los autores referentes de la historia de la fotografía. Hablamos de William Eggleston, una auténtica leyenda viva, nacido en Melphis en 1939 y que por tanto, tiene 84 años. Esta exposición aunque tiene un cierto carácter retrospectivo, se limita a tres series que se exponen por orden cronológico, y no contempla toda su carrera.
Sin embargo sí que podemos apreciar muy bien la transición de su época en B/N a sus fotografías en COLOR, a partir de 1965. Por ello es considerado uno de los pioneros de la fotografía en color, etiqueta que se han llevado muchos otros fotógrafos. Ya en 1940 Elliot Porter hizo una exposición con copias en color por Dye Tranfer, Saul Leiter se pasó al color en 1948 y Ernst Haas en 1953 tuvo la primera publicación de un ensayo en color titulado ”Images of a Magic City”, que sería la primera publicación en color de la revista Life. También se dice que Eggleston tuvo la primera exposición en color del MoMa, y se olvida nuevamente a Ernst Haas que sí fue el primero que expuso en color en el MoMa en 1962. Es un misterio porqué este fotógrafo ha sido tan olvidado.
Sin embargo, la importancia de las primeras fotografías en color de Eggleston expuestas en el MoMa y su catálogo “W.E. Guide” marcaron un punto de inflexión en las tendencias de la fotografía de la segunda mitad del siglo XX. Muchos han descrito este estilo como de imitación de la visión del aficionado: gusto por los colores saturados, composiciones descuidadas: cortadas, descompensadas, etc.; y sobre todo el interés por temas cotidianos e insignificantes. Todo esto se podría decir que es pura apariencia, pues es una aptitud intencionada, una mirada disimuladamente despreocupada, aburrida y formalmente poco atractiva, pero que intentaba que se adecuase a los cambios de la sociedad americana interesada por el consumo y la cultura popular. Similar estrategia siguió Stephen Shore para su trabajo inicial “American surfaces” que se presentó en el Moma el mismo año 1976, justo tras Eggleston. No sé quién pudo influir en quién, ya que se trabajaron simultáneamente. Lo que está claro es que esta aptitud creó tendencia que siguieron otros autores, como es el caso del italiano Luigi Ghirri o el americano Lewis Balz, por citar solo dos ejemplos.
También se dan otras coincidencias con otros autores americanos de la época, en cuanto que viajeros por EEUU intentando dar visión de América, como lo recoge David Campany en su libro “En la carretera”, en la que referencia a Robert Frank y su indispensable «Los americanos», a Ed Ruscha» con sus «Veintiséis gasolineras», Igne Morath y la «Carretera a Reno», Garry Winogrand y «1964»; «El monumento americano» de Lee Friedlander, Joel Meyerowitz y «Aún en marcha», y tanto otros, entre los que está «Los Álamos» de William Eggleston.
Volviendo a la exposición en el KBr, la presentación es impecable, como todo lo que nos muestra la Fundación Mapfre. Tuve la suerte de compartir visita con dos grupos de visitantes, uno de adolescentes y otro de jubilados. Era martes y quizá porque ese día la entrada es gratuita, es la vez que más visitantes he visto en esta sala.
BEFORE COLOR
1963-1968
“La fotografía nos vale para salir de casa”, cita de Eggleston escrita en la pared de esta serie, que ya nos introduce en su faceta de flaneur (paseante).
“Se parece a mi perro” grita uno de los escolares que coinciden con mi visita, mientras pasaban rápidamente por la sala, consumiendo las imágenes al estilo actual de Instagram, al que seguro están acostumbrados. Su guía les reúne y empieza a interactuar con ellos preguntándoles si creen que el fotógrafo pide permiso a los retratados. Y empiezan a reflexionar.
William Eggleston comenzó su andadura en el mundo de la fotografía investigando las posibilidades del blanco y negro, que más adelante simultaneó con el color. Esta exposición ofrece por primera vez la posibilidad de comparar los resultados de ambos métodos.
Las fotografías que aquí se presentan se hicieron entre mediados y finales de los años sesenta, aunque las impresiones son posteriores. La producción en blanco y negro fue publicada por primera vez en 2010 por Steidl con el título Before Color.
LOS ALAMOS
1965-1974
Al empezar a ver esta serie escucho que una señora mayor le dice a otra “kisch total” señalando una foto de unas coloridas flores de tela.
En 1973, yendo en coche por Nuevo México, William Eggleston se detuvo en Los Álamos, el paraje forestal donde se puso clandestinamente a punto la bomba atómica, y eligió su nombre para titular un vasto conjunto de obras que ya se acercaba a su conclusión: unas dos mil doscientas imágenes fotografiadas entre 1965 y 1974. El título pone un velo de ironía a los temas más aparentes de Eggleston, recogidos a lo largo y ancho de Estados Unidos, pero es también un reconocimiento de su fe en las consecuencias estéticas de su búsqueda personal.
Las fotos que componen esta selección de Los Alamos se remontan al origen, a la primera foto en color que hizo Eggleston: el dependiente de un supermercado empujando unos carritos. Algunas muestran el centro de su mundo (Memphis y el delta del Misisipi), y otras siguen sus viajes hacia el oeste desde Nueva Orleans, pasando por Las Vegas, el sur de California y, por último, el muelle de Santa Mónica.
Ese día, en Nuevo México, cruzando los pinares de la sierra de Jémez junto al puesto de guardia del National Laboratory, Eggleston se giró, sonriendo un poco, y dijo: “¿Sabes qué te digo? Que a mí también me gustaría tener un laboratorio secreto así”. A juzgar por las indagaciones plasmadas en Los Alamos, parece claro que ya había encontrado la clave de su propio espacio de investigación.
THE OUTLANDS
1969-1974
La tercera parte de la exposición son copias actuales de gran formato que sorprenden por la calidad de las copias dado el origen analógico, diapositivas de formato 35 mm. Este proyecto, publicado como libro por vez primera en 2021, es una selección de los primeros trabajos de Eggleston. Entre ellos, recoge parte de aquellas diapositivas en color que el artista hizo entre 1969 y 1974 y que enseñó a John Szarkowski, director del Departamento de Fotografía del Museo de Arte Moderno de Nueva York, que las usó como material para su William Eggleston’s Guide de 1976. Cuarenta y siete años después, la selección de Szarkowski, en aquel momento polémica y revolucionaria, mantiene intacta su capacidad reveladora.
Este trabajo examina a fondo la situación geográfica de los alrededores de Memphis, Tennessee. La serie empieza casi en el punto exacto de la misma calle de las afueras de Memphis donde Eggleston hizo una de sus fotografías más célebres en 1971 —un viejo triciclo blanco y verde frente a una típica casa de suburbio estadounidense— y sigue por las carreteras secundarias que desembocan en el viejo Misisipi, donde el artista pasó su niñez, en dirección a Nueva Orleans. Lo que se revela en The Outlands es un uso sublime del color puro, que parece flotar sobre las formas captadas por la cámara, como si se desprendiera un poco de ellas.
En su momento, Eggleston fotografió un mundo que ya estaba desapareciendo. Hoy, esta última entrega de su obra en color nos permite ver a un gran artista estadounidense descubriendo hasta dónde podía llegar su lenguaje visual, además de brindarnos un documento inolvidable.
Si intentamos definir la singularidad del trabajo de Eggleston nos sirve el término radicalismo que utiliza el comisario de la exposición Felix Hoffman y que se basa en 3 aspectos: la estética de lo banal (”el camino parece ser su destino, y los motivos se encuentran, no se buscan»), el uso creativo del color ( “Poco a poco, tanto artistas como instituciones e dieron cuenta de que el color no funciona como un elemento ornamental más, sino que asumía un papel fundamental a la hora de otorgar significado a la imagen”) y en tercer lugar la componente de misterio, de pequeños secretos que esconden muchas de sus fotografías que invitan a una visión detenida del espectador, o en todo caso invitan a imaginar lo que se ve.
Os dejo con un buen ejemplo, la foto de la portada del catálogo, que contiene un misterio que tardé en descubrir. ¿Lo veis?